domingo, 7 de mayo de 2017

Legitimación democrática, eficacia  y desviación en  la  dirección pública (1)



 Alejandro de Oliván  en su obra de 1842 De la administración Pública con relación a España afirmaría  que (…) Se ha dicho que el mejor Gobierno es el que está animado de mejores intenciones, y la proposición es ciertísima siempre que se suponga la inteligencia necesaria. No basta, en efecto, organizar la Administración pública; es preciso darle impulso, regularizar su movimiento e inspirarle el espíritu del bien, cuya acción e influjo puede decirse que no conocen límites, porque no tienen cuento las ocasiones y los instantes de satisfacer una necesidad. Supuesta la indispensable preparación de los funcionarios administrativos, y la instrucción de que arriba hicimos mérito, debe su carácter moral o buena intención hacer que en sus relaciones con los administrados sean pacientes, prestando oído a las quejas y reclamaciones, que exentos de orgullo rectifiquen y enmienden sus propios errores, que juzguen y aprecien los negocios, no las opiniones políticas de los interesados, y que no den crédito exclusivo a ningún partido o clase  de personas, por temor de hacerse parciales. Una decisión sin límites por el cumplimiento de su deber, una integridad que raye en vidriosa delicadeza, un ardiente deseo de la felicidad pública, un honrar sus puestos con virtudes privadas, tanto como virtudes públicas, una imparcialidad inalterable, una benevolencia activa, una constante solicitud, miramientos y hasta deferencia donde cupiese: esa buena intención es la que atrae y se capta la confianza, en que consiste la fuerza principal de la Administración, y que excusa y economiza mucha parte del mando. A este precio y con estas condiciones tienen también derecho los funcionarios públicos a la consideración y respeto de los ciudadanos, y a la protección que les dispensan las leyes, señalando proporcionado castigo a todo el que los ofendiese o, debiéndoles obediencia, se la denegasen (…). 

Prácticamente un siglo despues diría  FORSTHOFF  que la Administración pública ha de ser considerada como la más importante organización de cuantas actúan en el ámbito del ordenamiento estatal.

En la tradición americana, por esos tiempos WALDO  la calificaría  como un tipo de esfuerzo humano cooperativo que pone un alto grado de racionalidad. La Administración Pública es la organización y dirección de hombres y materiales para lograr los propósitos del gobierno; Administración Pública es el arte y la ciencia de la dirección aplicada a los asuntos del Estado y …  puede ser considerada como el mayor invento y artificio por el que los hombres civilizados en sociedades complejas tratan de controlar su cultura, por el que intentan alcanzar simultáneamente –dentro de los límites de su ingenio y conocimiento- los fines de estabilidad y los fines de la trasformación (…).
Su compatriota Herbert SIMON afirmó - en la voragine de la  NPM - en la conferencia de 1997 de la Sociedad americana de Administración Pública   que (…) es hora de dejar de difamar al servicio público. Cualquiera que sea la retórica sobe la burocracia, las organizaciones no son el enemigo. Son las herramientas más efectivas que los seres humanos hemos desarrollado para satisfacer las necesidades humanas. Pero para que sean cada vez más efectivas, necesitamos, en todos los niveles de talento, el tipo de compromiso, el sentido de responsabilidad y la identificación con la organización que observamos en quienes han dedicado su vida al servicio público con el mayor empeño (…)

Cuando se concibe todo este pensamiento como equivalente o coincidente  de una ortodoxia  plausible puede hablarse de una Teoría normativa general, desde la cual calificar la realidad contingente observada y sus efectos.Un nuevo caso en la ciudad de Valencia se añade a los más llamativos de este mes y parece que tiene que ver con la contratación del servicio de Valenbisi, otro tanto sucede también con las letrinas de la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia, la operación Lezo en la Comunidad de Madrid ha amplificado la atención a la corrupción tras haber excedido en su impacto a varios poderes públicos con una imagen muy negativa del conjunto de las empresas españolas. La consecuencia es que en cuestión desconfianza institucional estamos a la cola de la UE. Los efectos han llegado a buena parte de la sociedad, no es que unos se enriquezcan ilícitamente sin más, es que hay trabajadores  y empresarios fuera del circuito económico porque no han podido o no han querido jugar limpio en el tema de la gestión indirecta de la contratación pública. Y esto afecta a sus hijos que reciben el impacto de la ruina familiar de la que no reciben su ayuda a la que tampoco pueden ayudar, tal y como esta el mercado de empleo. También afecta a la propia Administración Pública porque los recursos se desvían de otros destinos que pudieran crear valor público y empleos propios y de terceros.   Y desde luego para aquellos que crean en las bondades del liberalismo, su mercado, la libre competencia, la prohibición de  prácticas colusorias de la concurrencia, el mazazo es demoledor, por lo que no es de extrañar la cancha  que da al populismo político  que se nutre del mal ajeno.

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