Alejandro de Oliván en su obra de 1842 De la administración Pública con relación a
España afirmaría que (…) Se ha dicho que el mejor Gobierno es el
que está animado de mejores intenciones, y la proposición es ciertísima siempre
que se suponga la inteligencia necesaria. No basta, en efecto, organizar la
Administración pública; es preciso darle impulso, regularizar su movimiento e
inspirarle el espíritu del bien, cuya acción e influjo puede decirse que no
conocen límites, porque no tienen cuento las ocasiones y los instantes de satisfacer
una necesidad. Supuesta la indispensable preparación de los funcionarios
administrativos, y la instrucción de que arriba hicimos mérito, debe su
carácter moral o buena intención hacer que en sus relaciones con los
administrados sean pacientes, prestando oído a las quejas y reclamaciones, que
exentos de orgullo rectifiquen y enmienden sus propios errores, que juzguen y
aprecien los negocios, no las opiniones políticas de los interesados, y que no
den crédito exclusivo a ningún partido o clase de personas, por temor de
hacerse parciales. Una decisión sin límites por el cumplimiento de su deber,
una integridad que raye en vidriosa delicadeza, un ardiente deseo de la
felicidad pública, un honrar sus puestos con virtudes privadas, tanto como
virtudes públicas, una imparcialidad inalterable, una benevolencia activa, una
constante solicitud, miramientos y hasta deferencia donde cupiese: esa buena
intención es la que atrae y se capta la confianza, en que consiste la fuerza
principal de la Administración, y que excusa y economiza mucha parte del mando.
A este precio y con estas condiciones tienen también derecho los funcionarios
públicos a la consideración y respeto de los ciudadanos, y a la protección que
les dispensan las leyes, señalando proporcionado castigo a todo el que los
ofendiese o, debiéndoles obediencia, se la denegasen (…).
Prácticamente un
siglo despues diría FORSTHOFF que la Administración
pública ha de ser considerada como la más importante organización de cuantas
actúan en el ámbito del ordenamiento estatal.
En la tradición americana, por esos tiempos WALDO la calificaría como
un tipo de esfuerzo humano cooperativo
que pone un alto grado de racionalidad. La Administración Pública es la
organización y dirección de hombres y materiales para lograr los propósitos del
gobierno; Administración Pública es el arte y la ciencia de la dirección
aplicada a los asuntos del Estado y … puede ser considerada como el mayor invento y
artificio por el que los hombres civilizados en sociedades complejas tratan de
controlar su cultura, por el que intentan alcanzar simultáneamente –dentro de
los límites de su ingenio y conocimiento- los fines de estabilidad y los fines
de la trasformación (…).
Su
compatriota Herbert SIMON afirmó - en la voragine de la NPM - en la conferencia de 1997 de la
Sociedad americana de Administración Pública
que (…) es hora de dejar de
difamar al servicio público. Cualquiera que sea la retórica sobe la burocracia,
las organizaciones no son el enemigo. Son las herramientas más efectivas que
los seres humanos hemos desarrollado para satisfacer las
necesidades humanas. Pero para que sean cada vez más efectivas,
necesitamos, en todos los niveles de talento, el tipo de compromiso, el sentido
de responsabilidad y la identificación con la organización que observamos en
quienes han dedicado su vida al servicio público con el mayor empeño (…)
Cuando se concibe todo este
pensamiento como equivalente o coincidente de una ortodoxia plausible puede hablarse de una Teoría
normativa general, desde la cual calificar la realidad contingente observada y
sus efectos.Un nuevo caso en la ciudad de Valencia se añade a los más llamativos de este mes y parece que tiene que ver con la contratación del servicio de Valenbisi, otro tanto sucede también con las letrinas de la visita del Papa Benedicto XVI a Valencia, la operación Lezo en la Comunidad de Madrid ha amplificado la atención a la corrupción tras haber excedido en su impacto a varios poderes públicos con una imagen muy negativa del conjunto de las empresas españolas. La consecuencia es que en cuestión desconfianza institucional estamos a la cola de la UE. Los efectos han llegado a buena parte de la sociedad, no es que unos se enriquezcan ilícitamente sin más, es que hay trabajadores y empresarios fuera del circuito económico porque no han podido o no han querido jugar limpio en el tema de la gestión indirecta de la contratación pública. Y esto afecta a sus hijos que reciben el impacto de la ruina familiar de la que no reciben su ayuda a la que tampoco pueden ayudar, tal y como esta el mercado de empleo. También afecta a la propia Administración Pública porque los recursos se desvían de otros destinos que pudieran crear valor público y empleos propios y de terceros. Y desde luego para aquellos que crean en las bondades del liberalismo, su mercado, la libre competencia, la prohibición de prácticas colusorias de la concurrencia, el mazazo es demoledor, por lo que no es de extrañar la cancha que da al populismo político que se nutre del mal ajeno.
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