martes, 1 de diciembre de 2015

Preus Vassax... Malvais mestre (1)

¡¡Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señor!¡ dice  el más  famoso - número 20- de todos los versos del Cantar de Mío Cid. Sobre él  ha habido dos interpretaciones; ¿quiere decir «¡Ojalá que tuviese buen señor!» o «Sería buen vasallo si tuviese buen señor»?». Con el Cid en el destierro se ha apostado por la segunda en virtud  de la mentalidad feudal  ya que el exiliado dejaba de ser vasallo de su rey y, para subsistir, solía buscar a un nuevo señor al que prestar sus servicios (cfr. Partidas, IV, XXV, 8 y II). 
 
Sentido parecido  se puede encontrar  en los  versos  992-993 del Perceval de  Chrétien de Troyes – el primer novelista occidental y gran difusor de la mitología artúrica - , allí donde el rey Arturo comenta acerca de Perceval, aquello de “qu’il a esté a malvais mestre; encore puet preus vassax estre” .  Es decir «y que ha tenido un mal maestro;  más podría ser un valioso vasallo»
 Por lo que oigo y veo habrían muchos  buenos ciudadanos/administrados/contribuyentes (preus vassax)  si no tuviésemos  malos gestores de lo público (malvais mestre), que  en suma es lo que parece reflejar la prensa al socaire de lo que vamos viendo cara a las elecciones inmediatas y que se resume en esa opinión de que (…)la ignorancia de los políticos encierra muchos peligros” pues (…) estar en manos de personas que no leen ni piensan, constituye un mal presagio de lo que pueden hacer cuando leguen al poder (…)
Ya parece que no hay duda que las multicrisis que sufrimos innecesariamente – momento de grandes oportunidades de bienestar- son fruto de mala gestión, perversión egoísmos,..  Y lo digo expresamente por el asunto del ISIS/DAESH, el paro, la corrupción, el medio ambiente y el malestar psicológico.
Los poderes (económicos, religiosos,educativos,políticos) en general han administrado mal su poder, desde su legitimación de servicio. Se han ocupado más de proteger sus intereses organizativos y su autopreservación, incluso reinterpretando la ortodoxia que los fundamenta, que atender a sus fines, funciones y objetivos propios.
La democracia, en franca recesión ya,  no hay superado su estatus de poliarquía (R. Dahl) ni su deriva elitista (G. Mosca). Dicho bajo las categorías  de la Administración Pública y las Ciencias de Políticas, no ha habido una filosofía y una  praxis propia del buen gobierno, como  tendencia hacia la óptima asignación y gestión de recursos para responder a problemas colectivos. Asignación supeditada a la vez a la participación, la transparencia, la rendición de cuentas, el imperio de la ley, la eficacia y la equidad.
El buen gobierno requiere que el gobierno ejecutivo sea  políticamente responsable y capaz de formular e implementar políticas públicas sustantivamente valiosas. La Ciencia de la Administración  actual (Aucoin) considera que  sólo puede satisfacerse si el gobierno ejecutivo incluye un cuerpo de funcionarios públicos de carrera separado, aunque    subordinado al ejecutivo político.
El Gobierno-Administración ha de obtener además la legitimación institucional y, para ello, ha de conseguir la  eficacia de la tarea que le ha sido encomendada, y  mantener  un gran respeto por y con otras instituciones o sus valores. Una institución será buena si es capaz de elaborar reglas que restrinjan la maximización individual cuando es colectivamente destructiva, y si además, es capaz de hacer cumplir estas reglas. La Administración será buena institución si pondera todos los intereses de las redes de políticas, haciendo que prevalezca el interés público, como expresión de la sinergia de todos aquellos intereses colectivos en juego para el desarrollo de la colectividad.  
A la Ciencia de la Administración, las Ciencias de Políticas, la Ciencia Política, la Filosofía Política desde  sus diversas ortodoxias no les resultará difícil calificar de  ‘malos maestros’ o de ‘buenos señores’ en función de estas categorías precitadas. Y seguro que la sociología o la psicología social podrá aportar mucho sobre la explicación de la relación causal entre el comportamiento  político-administrativo y el resultante en el social, bajo la especie de buenos o malos vasallos.
Esto respondería a un planteamiento científico social, con sus limitaciones epistemológicas y de  método pero podría aportar explicaciones sobre la veracidad de  ese gran aserto de Y. Dror al afirmar que (…) Las mejoras en la formulación de políticas deben venir acompañadas de un perfeccionamiento mora de los gobiernos y de salvaguardias contra la utilización incorrecta de su capacidad de acción (…)
 Y apuesta por un inconcebible (…) modificar los valores prevalecientes en la esfera pública, fundados en la razón de estado, orientándolos en cambio hacia la razón de humanidad, y hacer mayor hincapié en la virtud en el gobierno (…)
Las diversas crisis actuales son un momento histórico para el cambio axiológico y sin duda el buen vasallaje vendrá de la mano ipso facto, este sea real.

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