Comenzando por la última
de las opiniones y por ser la más relevante para lo que vamos a sostener
hay que mencionar que ayer mismo la prensa ofrecía un artículo intitulado La fraudulenta superioridad de los economistas. En lo que nos que
nos atañe nos interesa resaltar de su autor Moises Naim lo siguiente;
- Se afirma la brecha entre lo poco que sabían y lo muy
superiores que se sentían los economistas con respecto a otros científicos
sociales como politólogos o sociólogos.
- Se ha demostrado que
una década después, y a pesar de la catastrófica crisis mundial que no fueron
capaces de prevenir y sobre cuyas razones y soluciones aún debaten ferozmente,
los economistas siguen creyendo que su ciencia es superior a todas las demás.
- Si bien hay incipientes intentos de recurrir a otras
disciplinas para enriquecer sus teorías, la realidad es que los economistas
estudian —y citan— predominantemente a sus colegas.
- La crisis económica que aún vive el
mundo y la incapacidad de los economistas para ofrecer soluciones sobre las
cuales hay un significativo consenso revela que su instrumental teórico
necesita urgentemente una inyección de nuevas ideas, métodos y supuestos sobre
la conducta humana.
La economía tiene muchos enfoques y desde el clásico
aristotélico de distinguir entre ésta y
la crematística, ha habido momentos en los que la economía social ha sido
eclipsada por al crematística individual, merced al respaldo el sistema
político. Política, economía, sociología, psicología y antropología tienen un
locus común sobre el que debatir; un nuevo concepto del bienestar social sobre
el que reformular el Estado social.
La lectura de las comunicaciones acerca de la Reforma del Estado, de desvela una relación
en el mal funcionamiento del aspecto social, del jurídico-legislativo y la
Gestión Pública del Estado Social, que
al menos en mi opinión, tendría su inicio de mediados de los ‘90. Ejemplo de
progresos y apuestas políticas interesantes para la colectividad pero inasumibles en determinados momentos es
el consabido AVE, rechazado por Reino
Unido hace poco y con anterioridad por EEUU, cuando el que fuera responsable del Departamento de
Transportes, aseguró al ministro español de turno de la cartera de Fomento, que su país no podía permitirse
una inversión de este calibre. En contra, se ha argumentado que el AVE tenía la
función política de la cohesión territorial, y talvez, también, velar por el interés crematístico de algunos. Y así
sucesivamente en otros ejemplos.
Pensando pues que la descripción científica es acertada– no obstante la perspectiva ideológica
de la botella - y que la arquitectura
institucional es ya obsoleta, no cabe de
momento esperar cambios sustanciales en
el sistema político-administrativo por parte de aquellos grupos que ahora
forman parte de las expectativas electorales. Dicho de otra manera, no es previsible a corto plazo un nuevo pacto
social sobre el modelo de Estado, lo cual es plausible si no hay alternativas
de mejora. Frente a ello seguiremos con ajustes incrementalistas/decrementalistas
(vg. retirada o no de la asistencia sanitaria a inmigrantes irregulares) y seguir
un larvado ajuste sobre las denominadas políticas sustanciales del mismo con un
repliegue del Estado hacia sus funciones más tradicionales.
El
aumento de las funciones administrativas explica la ampliación cuantitativa y
cualitativa del Estado liberal de Derecho
y su paso, en un primer estadio al Estado Social de Derecho y luego,
definitivamente al Estado del bienestar social.
Siguiendo a MAYNTZ son
cinco funciones que se atribuyen al Estado moderno;
1. Reglamentación
de las relaciones entre sociedad y entorno (orden externo).
2. Reglamentación
de las relaciones entre los miembros del sistema (orden interno).
3. Aseguramiento de
la capacidad de acción del sistema político-administrativo, con recursos
fiscales y humanos. (Recaudación, milicia,…)
4. Prestaciones de
abastecimientos y servicios. (Mercados, energía,…)
5. Conducción del
desarrollo social hacia determinados objetivos (crecimiento económico, mejora salud,
elevación nivel educativo...)
Las tres primeras funciones son caracterizadas por ROSE como actividades
definitorias de todo Estado ya que se trata de las condiciones centrales de la existencia de un Estado, pues todos
ellos han cumplido estas tareas en la primera fase de su existencia y de alguna manera han establecido
una organización administrativa a tal fin.
Esta primera forma
de Administración Pública responde al término de Ordnungsverwaltung, como organización ordenadora que desarrolla las tareas
fundamentales de seguridad exterior, orden interior y aseguramiento de
recursos.
El
desarrollo ulterior de la Administración
se caracteriza por la asunción de tareas
comprendidas en las categorías 4 y 5.
En el último siglo ha habido una
evolución desde el énfasis en las tres primeras funciones a poner el énfasis
esencial y la mayoría de recursos en las
tareas de prestación de servicios y de dirección y desarrollo social. Ese
cambio modificó dramáticamente la distribución de recursos del Estado y sus
mismas prioridades en el mundo occidental y más tarde en el resto.
A cada modelo de Estado le corresponde uno de Administración Pública, pero también es
axiomático – como ya se defendería en 1911 por
LARNAUDE y posteriormente por
WAGNER – una inexorable ley del crecimiento de las funciones del Estado,
para indicar que la historia de la
Administración Pública moderna en el mundo civilizado es fruto del crecimiento
de los servicios públicos consecuencia del
estado social o que el desarrollo económico de la sociedad conlleva al
incremento del gasto público ya que del
nuevo status surgirían nuevas necesidades de la actividad
pública reguladora y protectora, debido a
factores como el incremento de la
población, urbanización, uso de nuevas
tecnologías u otras causas adicionales.
Y ahora desde estas
leyes, supuestamente si no hay crecimiento económico, la Administración Pública
no necesita o podría crecer porque no se
genera ingresos extraordinarios para su
sostenibilidad y, en su virtud, se postula la deconstrucción (recortes). Entonces ex Keynes para generar empleo la Administración
Pública sustituye al empresario privado, pero para ello debe recurrir al déficit-deuda
pública, si puede, o incrementar los impuestos, lo que endurece y desmotiva el
emprendeurismo. También cabe que el empleo lo generen los partidos políticos vía
nepotismo y clientelismo, sustituyendo al
del crecimiento industrial o nuevos nichos empresariales, pero en este caso los
puestos de trabajo no tiene valor añadido, bien por sus funciones (asesores que
no asesoran o lo hacen con otros fines no públicos…), bien por el perfil de los
agraciados (incapaces para asesorar porque no conocen ni el qué ni el cómo). Esta
dinámica, junto al empleo precario, el ladrillazo insostenible es la que ha contribuido al crecimiento de empleo.
El dilema para la política
(electoral y científica) de hoy es cómo
salir de este bucle para conseguir un
bienestar aceptable y universal, desde una economía real que cree verdadero valor
añadido o público y además sostenible. Pues parece que lo que estamos
manteniendo es a base de crear falsas necesidades y recursos, en una suerte de
situación de falsabilidad de los inputs y outputs del sistema social, en al que
desde luego no hay por parte de los gestores públicos una conducción del
desarrollo social hacia determinados objetivos, porque no se sabe que significa hoy el desarrollo colectivo, más allá de los subidones motivados por los logros
científicos, normalmente en el campo de las experimentales.
Una situación
que dejaría absorto a Mendeville y su fábula de abejas, toda vez que eso de la economía
sostenible también parece ser otra fábula.
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