miércoles, 11 de febrero de 2015

Tic-Tac, tic –tac, … (1)

Con esta  ingeniosa  expresión se quiere expresar que el tiempo político de algunos llega a su fin, cual eskathon bíblico y que empieza otro tempus político. Bienvenida la expresión si tiene la vocación de señalar  el fin de una praxis insana en la gestión pública (política, directiva y administrativa) y con ella la de una casta de semidioses y reyezuelos del  poder político deslegitimados carismáticamente y sólo sustentados en la dominación de tipo burocrático que suponen las reglas del juego democrático.
Pero mal venida será si el último tic-tac solo trae  un mero cambio de actores, de otra casta distinta pero a la postre casta, que hasta podría ser peor. En realidad nada nuevo ‘politológicamente’ hablando se cierne sobre nuestro país y menos de naturaleza nueva, innovadora, lo que es especialmente grave, cuando los actores nuevos provienen del mundo de la politología. Así en cuanto a la sociología política actual podemos leer por ejemplo;
(…) que de los análisis  realizados por el Departamento de Ciencia Política de la Universidad Complutense de Madrid  quienes en España se dedican a la política son, entre otras cosas, unos perfectos zoquetes. Su contrastada imbecilidad, espoleada por una tendencia irrefrenable a la vagancia, les habría incapacitado para ganarse honradamente su sustento extramuros de los edificios públicos y como el hambre agudiza el ingenio, por escaso que éste sea, hasta los más tontos consiguen fabricarse un relojito de madera en forma de sillón, prebenda o mamandurria (...)
 (…)La Asamblea de Madrid es un coladero de hermanos, exmujeres y hasta “secretarias” de partido colocados en puestos de confianza y libre designación cuya remuneración alcanza, en el mejor de los casos, los 82.096 euros brutos al año (…).
Esperemos que el fin del tic-tac no suponga otra vez en la historia, como avisara  Von Stein, la lucha de una  sociedad dividida en clases sociales, que no buscan sino  controlar el Estado en función de sus propios intereses, y que conduce de facto a un Estado dictatorial, aunque sea formalmente democrático, en el que el aparato administrativo está al servicio de los intereses de una clase o sector sobre los de otros.
Como en la época de Stein la solución, no es otra revolución social que  solo implique  la imposición de los intereses de otra clase nueva, sino un Estado revolucionador del estatus que esté por encima de los intereses de todas las clases o sectores sociales. Y en lo que nos concierne domésticamente, ahora se trataría de  cumplir  con la cláusula (política constitutiva) de Estado social democrático y de derecho  y Administración Pública eficaz, eficiente, imparcial, meritocrática (1-3, 23 y 103 CE’78).
BOGUMIL (1999) indica que en las administraciones actuales el ciudadano es a la vez  soberano, receptor de servicios y coproductor/codecisor de los servicios y políticas públicas.
En este aspecto llevamos 36 años de déficit cronológico de una Administración Pública a la altura de las exigencias constitucionales y la razón  no es otra que una lectura incorrecta sobre la articulación de la separación política-administración, sobre la que se ha hecho una interpretación heterodoxa o, se incurre deliberadamente en una heteropraxis.  

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