jueves, 27 de marzo de 2014

La separación política-Administración (y 3): La inefable heteropraxis

El caso es que  además de Waldo, desde la década de los ’40  hasta los ’90   autores de la talla de Simon, Dahl, Morxtein-Marx, Frederickson, Moscher y Cimmino,  Chevalier y  Loschack o  Peters  no han dejado de atacar  la idea de la dicotomía política- Administración y rechazaron desde diversas ópticas sus presupuestos
De ahí se  entiende la cacareada metáfora de  C. Hood, de que la NPM “derrotó” a un dinosaurio que llevaba por lo  menos 30 años muerto. Es decir los citados presupuestos heterodoxos de la era ortodoxa.
Hoy nadie duda del daño que ha supuesto en lo público la excesiva intromisión de la política en la esfera administrativa y de las extralimitaciones que esto ha supuesto en la experiencia NPM, por mor de control el poder burocrático (sí sr. ministro)
Cabe preguntarse, sin más, qué hace un político en la concesión de licencias, en la  selección de un contratista o en la de un empleado. Incluso habría que preguntarse ver el por qué  dejar en su manos el cómo, en la gestión de los servicios públicos, pues  su cometido es en la doxia era determinar el ‘qué’ de la acción pública, y eso no es lo que se recoge normativamente.
Como ya he tenido ocasión de decir la NPM  (Thatcher dixit)   trato de que el funcionario (gallo) no contralara el gallinero (Administración Pública), pero la praxis  ha demostrado  el error de cambiar a un fallo por muchas zorras al cuidado de las gallinas
Que la burocracia genera patologías, desde luego, en lo público y en lo privado y así es tratado por Mintzberg en su obra sobre las organizaciones, al citar el estudio sobre Mark & Spencer   (posibilidad de  suprimir 8000 de los 20000 puestos de trabajo, si se eliminaran funciones burocráticas) y otros mil ejemplos sobre ineficiencia… pero antes que el huevo fue  la gallina – ¿tal vez? - y ésta es la que debe cuidarse, por lo que hay que hacer un corral a prueba de zorras y de lobos –tipo tres cerditos, con estos mimbres;

 ·         Una Dirección Pública Profesional
·        Reforzamiento y blindaje del rol tecnoestructural.
·        Desaparición del rol supervisor del personal eventual, además de su consideración de personal político.
·        Control de la imposibilidad normativa de dinámicas spoyl system.
·        Ultraburocracia informática en la selección de contratistas y mecanismos de gestión de los servicios públicos y de reacción de organismos administrativos.
·        Imposibilidad de que familiares, parientes, amigos, vecinos,… puedan contratar con la Administración Pública o presentarse a puestos públicos durante un tiempo prudencial de 5, 10 o 100 años desde el nombramiento del político (habría que arreglar el 23 y 103  CE).
·        Cultura de la parsimonia en el gasto público.
·        Respeto máximo al principio republicano de división y control de poderes, como impedir que puestos consultivos, jurisdiccionales, reguladores …  puedan ser elegido por órganos políticos.
·        (…)

Aun así la injerencia de lo político es posible, como la de cualquiera que se precie, pues es innato al poder su extralimitación y desviación, pues en caso contrario sería un servicio.   El debate ahora no es técnica  vs. política o  democracia vs. burocracia. El sistema requiere para su regeneración institucional la mejor técnica al servicio de la mejor política. Son las dos caras de la misma moneda. Política sin Administración es ciencia ficción, se dijo, y Administración sin política, nos lleva a tentaciones totalitarias o pretorianas.
El enfoque como manejo  técnico de la Administración Pública  ha pervertido el  sentido político originario de motor del progreso, que contemplaba  la pionera Ciencia de la Administración, pues  siempre ha pretendido  responder al ‘qué’  (momento político-constitucional) y a la par al  ‘cómo’ (momento técnico) en aquello que  queremos que sea colectivo en el marco del Estado Social.
Un enfoque sistémico-contingente-funcional en la Ciencia de la Administración, es decir, la  Administración Pública  como instrumento para la gobernabilidad colectiva, no puede obviar la incidencia de la política en la Administración Pública, sea esta política democrática, totalitaria  o tecnocrática , siempre subyacerá una cosmovisión en el dirigente, y por lo tanto ideológica, la Administración Pública  no será nunca en su totalidad una maquina neutra, aunque sí o lo debe ser en algunas de sus funciones.

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