viernes, 21 de junio de 2013

Catch-22

Basada en una  novela de los ’50 de J. Heller y llevada al cine,  refleja el caso de   un piloto de bombardero de las fuerzas aéreas americanas, que desea ser excusado de realizar un vuelo del combate en las operaciones de recuperación de Italia. Para ser excusado de tal deber, tiene que someterse a una diagnosis médica oficial  de su escuadrilla, demostrando que no sirve porque está loco. Según reglamentos del ejército, ninguna persona cuerda querría volar en misiones de combate, porque son peligrosas. Pidiendo el permiso para no volar en misiones de combate, alegando locura, el bombardero demuestra que él, de hecho, está cuerdo y por lo tanto está en condición para volar.
De acuerdo con esta lógica, todo piloto que quiera volar demuestra que no está en sus cabales y debe ser relevado, pero para ello debe enviar una solicitud de revisión. En el momento en que lo hace, la trampa se cierra sobre sí misma y el aviador pasa a ser considerado como cuerdo, puesto que ningún loco presentaría una queja.
Una captura-22 es una situación paradójica en la que un individuo no puede o es incapaz de evitar un problema debido a las limitaciones y reglas contradictorias.  Catch-22 suelen ser consecuencia de las normas, reglamentos o procedimientos que una persona está sujeta a, pero no tiene control sobre ellos.
Desde esto nos preguntamos si nos encontramos en cuanto al sistema político-administrativo en una situación equivalente.
La Ciencia de la Administración  no es ajena a todo esto, nos encontramos ante la ausencia de una teoría unificada, normativa e integral ‘Tout court’ . Situación que se explica por la contingencia, diversidad, polifuncionalidad y eterofinalidad en lo público, y la dosis tradicional  en la manipulación  política de lo público
Ello se hace más relevante en un momento de transición de paradigmas culturales, sociales y políticos, frente a los que la NPM no ha sido más una respuesta errática con soportes científicos  insuficientes y resultados paradójicos
Se precisa un nuevo lenguaje que consensuadamente  reconceptualice o añada  conceptos nuevos para el ciudadano, el interés general, democracia administrativa,servicio, objetividad,imparcialidad, …
Atender la diferencia entre lo macro y lo micro en concordancia con la variedad, diversidad  y dispersidad de la actividad pública conlleva también el redefinir los roles políticos y técnicos, superando la  válida, pero ya insuficiente, perspectiva weberiana del político y el científico, de la ética de la convicción vs. La de la responsabilidad.
Esas son en parte, entre otras cuestiones el debate científico que suscitó la mencionada propuesta de Bourgon sobe Gobierno responsable receptivo y respetado para una nueva Teoría de la Administración Pública  (5º conferencia Braibant del IIAAS). Pero estas cuestiones no son nuevas ni están  resueltas a pesar de su reiteración en el tiempo. Las  describió  Frederikcson en los ’70 en  su Nueva Administración Pública (NAP), ciertos paralelismos hay en las propuestas de postburocracia de Barzelay, de neoburocraca de Heskscher, las críticas a las agencias burocraticas de Przeworski o Niskanen, continuando  con las valoraciones de Hoods y Jackson en el marco de la Administración Pública progresiva anglosajona, cuyos dilemas son equivalentes y equipotentes al modelo continental. El problema no es ya la burocracia en sí misma sino para qué se utiliza la misma. Si la burocracia como sistema técnico no genera confianza en la ciudadanía, como la dominación carismática o tradicional lo ha hecho en sus contextos históricos y lo sigue haciendo en determinados escenarios, es que hay algo que revisar en la raíz y no seguir el método rama o de sucesiones comparativas.
Ir a la raíz supone reflexionar sobre el  dictum de weber sobre si “socialización creciente significa hoy, inexorablemente, burocratización creciente. Si las reformas administrativas o propuestas de políticas de Gestión Pública, no generan una innovación cuantitativa o cualitativa en la confianza básica ciudadana, en la procura existencial y en el valor público, nos quedamos en meras medidas gatopardistas. Una nueva teoría o al menos paradigma  debe pasar por esto  si queremos superar los dilemas y paradojas de  siempre, pues la confianza del ciudadano es la base del sistema.
Moscher y  Cimmino  en los ’60  ya apuntaban que en el estudio del fenómeno administrativo debe prevalecer los principios políticos frente a los administrativos pues el administrador debe intuir en cada  momento con qué formulas se debe adecuar la acción administrativa a la realidad cambiante, es decir lo que Hoods denomina argumentación administrativa. La  Administración Pública es una parte (subsistema) de un proceso  político en evolución en el que  el sistema administrativo es bueno si se adapta a la voluntad y necesidades de la ciudadanía (función política), para lo  que necesita de mecanismos que sepan detectar esa necesidades (Función técnica) . El fin social frente al individual  es un punto de partida de todo estudio administrativo toda vez que la misma organización administrativa constituye una expresión de fines supraindividuales.
Analizar si la Administración Pública  como subsistema del orden político puede aportar nutrientes para la reconceptualización de un nuevo Estado social y democrático, ante el fracaso de la NPM y el subsiguiente y consecuente fenómeno de deconstrucción administrativa consecuencia de la crisis financiera de las Administraciones, supone  hablar hoy de la necesidad previa de  hablar de una teoría de la democracia política y económica  en el marco de una nueva lógica del Estado Social Administrativo (ESD).
Las teorías son buenas cuando permiten adaptarse y aplicarse a las contingencias geográficas culturales y temporales, lo que no sucede en lo que nos ocupa y aquí está la paradoja de la Administración Pública en su desiderátum científico prescriptivo al depender de lo político  de lo económico y depender de sus reglas. Esta es la situación Catch-22 para la Administración: Poco o nada, más allá de suturas puede hacer el subsistema administrativo, si el sistema político no controla al económico. El mejor pensamiento económico, político, filosófico, y teológico coincidió en esto para hacer posible el ESD.
 Sin esta reflexión no se puede responder a  las preguntas ¿Hay una Administración Pública  para todos los tiempos o debe ser contingente y epifenómeno del orden político previo? ¿En qué medida dependen de la ética pública las categorías de buen gobierno y buena administración? 

 

3 comentarios:

  1. Meras medidas Gatopardistas a eso se resume hoy en día la política, el principe de hoy en día no conoce la honorabilidad de los antiguos, antes las pena a pagar por los errores era la muerte o el exilio por lo que un prinicipe no podía andar gatopardeando...ahora la pena a pagar es malversar la etica pública diciendo que estas ahí porque te han votado...El buen gobierno y la buena administración de las cosas públicas son un reflejo de la etica que existe en el orden política....

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    1. Siempre han existido los arca na dominationis.vg Clapmarius

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