martes, 19 de marzo de 2013

Leviatán y los límites en la acción del Estado: ¿Protegerse de?

Thomas Hobbes diría en su obra magna  (…) Es así como en el estado de naturaleza están las tres  fuerzas que provocan la guerra entre los hombres: competencia, desconfianza y - gloria. La competencia lleva a atacarse por un beneficio. La desconfianza por la seguridad y la gloria por la fama. La competencia usa la fuerza para dominar. La desconfianza la usa para defensa y la gloria la usa por algo personal, por sentirse humillado en su reputación. De esto deriva el estado de guerra permanente de unos contra otros. Los hombres viven con la única seguridad de su fuerza usada contra otros. Así la sociedad no es posible. La vida cotidiana carece de sentido, no se emprenden trabajos colectivos, ni se piensa en el futuro. Todo es efímero. El hombre vive aislado, triste y desea morir para terminar con este estado de guerra donde no hay justicia y la única ley es la fuerza, ya que en la guerra no hay sentido de pertenencia, las cosas se toman y se lucha por conservarlas. Esto se puede superar por las pasiones y por la razón. Las pasiones llevarán al hombre a querer vivir en paz, a temer por su vida y a querer una vida confortable. La razón lo hará pensar en las normas, en las leyes consensuadas (…)
Es sabido que la apuesta por un poder absoluto venía del carácter temeroso además del ambiente hostil de su época. Así el Leviatán -  Estado o Civitas -  es una construcción para remediar el   estado de naturaleza en el que los seres  guiados por el instinto de supervivencia, el egoísmo y  la ley del más fuerte  se hallan  en una guerra de todos contra todos que haría imposible el establecimiento de sociedades en  paz y la armonía. Sin el  Leviatán todopoderoso sobreviene el caos y la destrucción  convirtiéndose el hombre en un lobo para los otros hombres. Solución hobesiana supone  la necesidad de un pacto o contrato social mediante el cual, los poderes individuales se transfieren preferiblemente a un solo hombre  o a una asamblea de ellos: el Estado o Leviatán que, como el monstruo bíblico, se convierte en el soberano absoluto y cuyo poder aúna todos los poderes individuales.
 El concepto puro del Estado de Von Stein conlleva un movimiento hacia la libertad que se contrapone al movimiento hacia la servidumbre que caracteriza a la sociedad. El Estado ideal no se deja arrastrar por la clase dominante, como en el Estado real, pues se contradice con su situación de dominio. El Estado, por encima de la sociedad, brilla más limpiamente cuanto más pretenden someterlos las fueras imperantes en la sociedad. Estado es por su esencia pura – como en Hegel – algo trascendente.
Más tarde Lorenz Stein continúa su planteamiento haciendo recabar en la Monarquía social – aprovechando la buena imagen de las monarquías europeas en la tradición clásica de la filosofía política del mundo cristiano-germánico-  un árbitro institucional que represente al Estado, situándose por encima de los intereses de la sociedad. Von Stein – influenciado otra vez pro Hegel – considera positivamente a la monarquía por su carácter histórico de integración y dinamización. “La monarquía occidental no ha funcionado como popa sino, como proa en la gran navegación del mundo europeo” llega a decir en un momento en que esta institución se siente más atacada que nunca.
En la órbita liberal Guillermo VON HUMBOLT, uno de los intelectuales alemanes de mayor y más perdurable influencia en la cultura de su país ,diría  en 1792 en Los límites de la acción del Estado,  que el crecimiento administrativo conducía a la atrofia de la sociedad civil entorpeciendo la vitalidad de la nación. El acento del Estado  debe ponerse en la procura del bien público  y en la evitación del mal. La búsqueda de la felicidad por parte del Estado suele derivar en burocracia indolencia y falta de libertad. Así diría (…) puedo establecer este principio positivo , el mantenimiento de la  seguridad, frente al enemigo exterior, como frente a las disensiones interiores debe constituir  el fin del estado y el objeto de su actividad.
Para Humbtolt la auténtica finalidad del hombre es la educación máxima y más equilibrada de sus fuerzas para formar un todo. Para esta educación es la libertad la primordial y la más imprescindible de las condiciones. (...) Precisamente aquella, que surge de la unión de la diversidad, es el bien más alto que da la sociedad y esa diversidad se pierde con certeza en el mismo grado en el que el Estado se entromete. De hecho, no son los miembros de una nación los que viven entre sí en sociedad, sino que son súbditos aislados los que se relacionan con el Estado, es decir, con el espíritu que rige su gobierno, de tal forma que la superior fuerza del Estado impide el libre juego de fuerzas. Causas similares producen efectos similares. Es decir, cuanto más interviene el Estado, más semejanzas presentan no sólo los efectos, sino también lo realizado. (...)
Casi todos lo que han intervenido en las reformas de los Estados o han propuesto reformas políticas se han ocupado exclusivamente de la distinta intervención que a la nación o a algunas de sus partes corresponde en el gobierno, del modo como deben dividirse las diversas ramas de la administración del Estado y de las providencias necesarias para evitar que una parte invada los derechos de la otra. Y, sin embargo, a la vista de todo Estado nuevo a mí me parece que debieran tenerse presentes siempre dos puntos, ninguno de los cuales puede pasarse por alto, a mi juicio, sin grave quebranto: uno es el de determinar la parte de la nación llamada a mandar y la llamada a obedecer, así como todo lo que forma parte de la verdadera organización del gobierno; otro, el determinar los objetivos a que el gobierno, una vez instituido, debe extender, y al mismo tiempo circunscribir, sus actividades (...)
Leía hace poco  en  prensa escrita que en la que estamos es muestra de la extensión de la cultura del mercado ha reducido al ciudadano a un hombre económico y que dada la promiscuidad entre política y dinero, la corrupción aparece como sistémica. Sigo leyendo que donde no impera el orden político, se cuelan los poderes oscuros y perversos. En ello se imputa al modelo liberal la causa del desprestigio de lo  político por mor de que este no haga eficaz lo que pretende, sino que deje al poder económico a su libre dinámica.
En prensa muy reciente puede leerse que la muerte de más de 20.000 pacientes de hospitales británicos podría haberse evitado si los responsables de la sanidad pública y el poder político hubieran atendido a las alertas sobre la elevada tasa de defunciones en varios centros a lo largo de la última década. Todo ello es debido, según un asesor del Gobierno, a las extremas negligencias por parte del personal médico, administrativo y los propios gestores del sistema, con el resultado de tantas muertes innecesarias.
El primer ministro británico, califico de verdaderamente espantoso el funcionamiento de al menos 14 hospitales del National Healthg System – especialmente en los centros del condado de Stattfordshite, donde los pacientes incluso se vieron privados de agua y alimentos.
Ya en 1932  Madariaga en ‘Anarquía o Jeraquía’ denunciaría la incongruencia del sistema liberal en el que si la política respectaba el ámbito de la política, no  sucedía  lo contrario. Decía Don Salvador  el mundo se hallaba gobernado por la banca oficial y que como poder dominador e irresponsable era extraño a Platón y al mismo Montesquiaeu.
Un poco antes Herman Heller a finales de la década de los ’20 del S XX en plena crisis del parlamentario y auge  de los totalitarismos avisaría de la necesidad de transformar el Estado liberal  hacia un contenido económico y social, idea que se institucionalizaría en Alemania en la constitución de 1949. Este nuevo leviatán protector que es el Estado  social del bienestar, se muestra, en plena sociedad del riesgo -  ahora incapaz de atender una de las tareas básicas del estado social desde sus orígenes, la salud de sus ciudadanos, mientras que se inmiscuye en tareas superfluas, utilizando los recursos públicos para hacer negocios y controlar al indómito. Por eso es  de   referencia la lectura de Gonzalez Seara (Las estructuras del Bienestar.Propuestas de reforma y nuevos horizontes (2002) de que “(..)hay aquí un problema de difícil solución, que llega hasta nuestros días. La defensa de la libertad es necesaria para impedir el abuso del poder del Estado, pero el Estado es necesario para evitar el mal uso de la libertad por parte de los individuos y para garantizarle la libertad (…).
Hobbes,  Hegel y Stein de una parte, Kant, A. Smith y Von Humbolt, dando soluciones distintas al dilema.
Yo digo que si el  Estado se utiliza perversamente, si el Estado no cumple con su función heterordenadora, la sociedad deberá autocomponerse. O bien Estado o bien una suerte de Anarquía Organizada, en el sentido de que no puede aceptarse la dominación jerárquica si esta es incapaz de ordenar la dicotomía Estado-Sociedad como pretendió el pensamiento administrativo para el Estado Social. Así con  el citado Madariaga debe reafirmarse que (…) la finalidad del individuo como hombre y su subordinación al Estado como  ciudadano son perfectamente compatibles, por que el Estado sirve al hombre en la esfera de los fines y de los valores y es servida por él en la de las funciones y los medios, o en  un palabra, el ciudadano es  para el Estado y  el Estado es para el hombre (…)
La acción estatal debe tener por fin primario eliminar los obstáculos que parte de la sociedad va poniendo al resto de la misma (corrupción, malas prácticas sociales, abusos de poder, subvenciones de lo superfluo, carrera política, apropiación de lo público, contubernios entre la política y la insana economía,…)
La generación de jóvenes percibe esto como un mal social que hay que erradicar ya  pues cuanto más se tarde, más se verán afectados por ello, no obstante en lo cotidiano, el dram que supone el alto grado de desempleo juvenil. Hay que escucharles y tenerles en cuenta  en lo inmediato, para que tomen el relevo en la gestión social, acto seguido, y no será porque no tienen criterio sobre lo que sucede a su alrededor.

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