jueves, 29 de septiembre de 2011

Malestar por el bienestar (y 2)

Tanto la derecha como la izquierda ha de repensar sus planteamientos en orden a las necesidades actuales. Me resulta que la derecha ha interpretado muy generosamente a Adam Smith. Éste escribiría en 1776 en "Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones" que (...)"El primer deber del soberano, el de proteger a la sociedad de la violencia e invasión de otras sociedades independientes, sólo puede ser cumplido mediante una fuerza militar". (...) "El segundo deber del soberano, el de proteger en cuanto le sea posible a cada miembro de la sociedad contra la injusticia y opresión de cualquier otro miembro de la misma, o el deber de establecer una administración exacta de justicia". (...) "El tercer y último deber del soberano o el estado es el de construir y mantener esas instituciones y obras públicas que aunque sean enormemente ventajosas para una gran sociedad son sin embargo de tal naturaleza que el beneficio jamás reembolsaría el coste en el caso de ningún individuo o grupo reducido de individuos y que, por lo tanto, no puede esperarse que sea construido" (...)
El Estado mínimo o Estado liberal supone que son cuatro las funciones que debe realizar el Soberano del siglo XVIII: defensa exterior; orden interior y administración de justicia; infraestructuras e instituciones públicas de utilidad para toda la sociedad, que por su coste nunca hubieran sido acometidas por los individuos; y sufragar los gastos para sostener la dignidad del Soberano. Fieles a estos principios no puede argumentarse que el Estado de bienestar no puede sostenerse en sí. Lo que no puede sostenerse son las obras faraónicas sin contenido ni sostenibilidad y que han beneficiado a muchos intereses particulares. Tampoco el rescate de bancos corruptos, ni los ejércitos de empresas privadas en nombre de los interesas generales. Esto excede al Estado del bienestar e incluso al de Adam Smith.
La izquierda debería revisar los postulados de Eduard Berstein sobre la socialdemocracia, y que el estado del bienestar construido con la ayuda de los democristianos y neocorporativistas no está para defenderlo hasta en sus disfunciones. Es sabido que el efecto mateo se da en las políticas sociales, es decir, que al final se benefician, todos menos los menos favorecidos. Alude ello a la parábola del evangelio de San Mateo para reflejar que las políticas sociales de reducción de la desigualdad acaban favoreciendo las clases medias y no a sus destinatarios originarios, que se excluyen por diversos factores como la desinformación. Recibe más quien más tiene. Habrá en esta tesitura de excesos que redirigir las políticas sociales hacia quien de verdad lo necesita, además de mantener las de carácter universal. Habrá la necesidad en algunos casos de poner precios públicos disuasorios para el exceso, el copago para, por ejemplo preferir que te quiten un terrible dolor de muelas, en lugar de irte de cenita.
Me parece que es momento para lo que queda de la democracia cristiana y de aquella socialdemocracia se ponga de acuerdo en el qué del modelo de bienestar. Y luego hablar del cómo y con quien gestionarlo. En uno y otro caso haríamos mucho pro neutralizar a los depredadores, para a continuación pedirles que contribuyan al saneamiento financiero, devolviendo lo que se llevaron

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