domingo, 11 de septiembre de 2011

Bienestar para distintos tiempos (1): Revisitando la Ciencia Administrativa

Ante la incertidumbre que vivimos, - cada momento histórico tiene la suya - , cada día me gusta más leer en el pasado, máxime cuando son escasas las referencias verdaderamente innovadoras para el futuro que en la materia vengo leyendo. En el momento en que se gestó la Ciencia de la Administración Pública se produjo un notable avance en el pensamiento social y político, al que no será ajeno la Ciencia administrativa. Es más la transferencia en las ideas revolucionarias de aquel entonces tuvo mucho que ver en los padres de la ciencia administrativa moderna, hasta el punto de que en éstos es muy difícil distinguir entre su aspecto político y social y el puramente administrativo. Es más posiblemente la cuestión de la Administración Pública en buena parte del pensamiento de estos pioneros, no fuera más que vicarial o instrumental de algo más novedoso como sería las relaciones entre el Estado y la sociedad.
L’Organisateur fue una Revista política publicada desde 1819 a 1820 por Henri de Saint- Simon junto a Agustin Thierry y Auguste Comte. El objetivo de la revista fue el proporcionar un foro para la crítica de la Administración francesa, permitiendo una clara comprensión del pasado y proporcionando una base para la política futura. Lástima no disponer ahora de un foro de semejante fuste y calado. Claude-Henri de Rouvroy conocido por el Conde de Saint-Simon fue uno de los precursores del socialismo utópico y uno de los pensadores influyentes en Von Stein.
Un trabajo publicado en dicha revista que llevaba por título “Gobierno y Administración Pública decía nadas más que esto (…) En el actual estado de cosas, se admite que el deber perpetuo y único de los gobiernos es trabajar por la felicidad de la sociedad. Pero ¿cuáles son los medios de felicidad para la sociedad? La opinión pública no se ha pronunciado en absoluto hasta hoy sobre este punto. Quizá no existe ni siquiera una sola idea firme generalmente admitida sobre ello. ¿Qué resulta de aquí? Que la dirección general de la sociedad queda forzosamente abandonada por entero a la decisión arbitraria de los gobernantes. Decirles «hacednos felices», sin prescribirles por qué medios, es tanto como dejarlos a la necesidad de que imaginen lo que deben hacer por nuestra felicidad, al mismo tiempo que la de ejecutarla; significa, por consiguiente, entregarnos nosotros a su discreción de modo tan completo como es posible. A partir de aquí, si nuestros jefes son ambiciosos, nos organizarán para la conquista o para el monopolio. Si sienten amor por el fasto, tratarán de hacernos felices construyéndose bellos palacios y dando Fiestas magníficas. Si son devotos, nos organizarán parar ganar el paraíso, etc.; porque ocurre que los gobernantes son muy dados por efecto natural de su condición, a confundir sinceramente aquello que satisface sus pasiones o sus gustos dominantes con lo que es más ventajoso para las naciones.
(…) Sin entrar en consideraciones más detalladas, toda persona que reflexione un instante sobre este tema se persuadirá de que, en tanto que la sociedad se limite ordenar vagamente a sus gobernantes que la hagan feliz sin haber definido sus ideas sobre los medios generales para su prosperidad, la arbitrariedad reinará necesariamente desde el punto de vista más general y esencial, puesto que los gobernantes se verán acumular a su función natural de guiar la sociedad en una dirección dada la también muy importante de determinar la dirección. Se deduce, pues, que el objeto capital de los trabajos de los publicistas de hoy debe ser el de definir las ideas sobre la dirección de prosperidad que la sociedad debe adoptar y el de decidirla a adopta esta dirección.
Preguntémonos, ahora, ¿cuáles son los medios generales para que la sociedad alcance la felicidad? No tememos precipitarnos, y todo hombre sensato encontrará fácilmente la prueba de ello, al afirmar que no existen otros que las ciencias, las bellas artes y la~ artes y oficios; ya que los hombres no pueden ser felices más que por la satisfacción de sus necesidades físicas y morales, lo cual constituye el fin único y el objeto más o menos directo de las ciencias, las bellas artes y las artes y oficios. Sólo hacia estas tres direcciones se dirigen todos los trabajos verdaderamente útiles a la sociedad: fuera de ellas no se encuentran más que los parásitos y los dominadores. En todo lo que se ha emprendido hasta el presente y en todo lo que se pueda emprender en el futuro para la felicidad de los hombres, no ha habido nunca ni jamás habrá otra cosa útil a la mejora de su suerte que lo que tiende directa o indirectamente a aplicar, difundir o perfeccionar los conocimientos adquiridos en las ciencias, las bellas artes y las artes y oficios. Nunca se repetirá bastante: no hay ¡otra actividad útil ejercida por el hombre que la que éste ejerce sobre las cosas. La acción del hombre sobre el hombre es siempre en sí misma perjudicial a la especie, debido a la doble destrucción de fuerzas que entraña; sólo puede ser útil en la medida en que sea secundaria y cuando concurra a ejercer una acción mayor sobre la naturaleza. (…)

Me resulta de extraordinario interés este texto en un momento, como el actual, en el que el dilema no es como sostener el modelo del bienestar. Esto es un aspecto parcial, el político en su vertiente económica. Los aspectos filosóficos, religiosos, medioambientales,…, son también políticos, por abarcar todos los matices humanos y sociales. Por lo tanto convendría al socaire de este dilema fundamentalmente económico, ir pensando otra alternativa de pretensión social de felicidad, que supere este modelo de bienestar predominantemente economicista, aun solo sea por aquello del progreso social.

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