miércoles, 2 de marzo de 2011

Democracia y Administración Pública (2): El reparto del botín


Alejandro Nieto siguiendo una higiénica dinámica iniciada en 1984 con “La organización del desgobierno” y seguida con “La ‘nueva’ organización del desgobierno” de 1996, en 2008 publicó “El desgobierno de lo público” , obra en la que distingue entre el mal gobierno - establecimiento o fijación de unas políticas públicas erróneas – la mala administración - su gestión o realización desacertada – y el desgobierno. Éste supone la nota de intencionalidad y no la mera ignorancia, en la desviación de sus fines, de tal manera que en lugar de servir a los intereses públicos atienden otros, que ordinariamente son los intereses de la clase dominante que ocupa el poder público, aunque se respete formalmente, los principios de la soberanía popular.
Ya nos advirtió W. Wilson en 1887 sobre los problemas del botín y la partitocracia, como también lo hiciera Weber en 1919 en la citada conferencia ‘El político y el científico’.
He leído recientemente que los partidos políticos, han construido una pirámide interna de poder, con una malsana formación de clanes, luchas internas, antigüedad y oportunidad política. Resultan infrecuentes los procesos democráticos de selección de candidatos. A la par, se añade que el perfil de los políticos supone en general, un bajo nivel de excelencia en estudios, idiomas o experiencia profesional o empresarial, que a la postre genera una necesidad de sobrevivir, a toda costa, en un ambiente gregario y servil. Esto ha justificado la necesidad de listas electorales abiertas, para que puedan existir perfiles competitivos, al margen de círculos clientelares de lo partidos. Resumido este diagnostico está sería fácil concluir que quien se presta a adular a quien la sociedad rechaza, acabo siendo esclavo de los demás y de sí mismo está. Incluso las ideologías acaban pervirtiéndose, en favor del mantenimiento de la dominación, con lo que al fin nos encontramos a “un conservadurismo hecho radical enfrentado a un socialismo hecho conservador” (A. Giddens, dixit)
Parece que si la Administración Pública se convierte de facto en un instrumento al servicio de intereses particulares, en lugar de servir a la colectividad sub especie de legitimidad formal democrática, depende del grado de inculturación democrática del propio establishment. Diríase que los ultra demócratas, en realidad, no son sino papanatas defensores del bajo nivel democrático, que les sirve a sus intereses particulares. Un demócrata, que acepta la dominación legal, la cultura del sistema, y la bondad de las instituciones lo hace porque considera que la libertad y la igualdad deben encauzarse de diversos mecanismos institucionales. La democracia liberal y social solo puede ser efectiva mediante una Administración Pública de prestaciones, por lo que la utilización de ésta dependerá del verdadero talante de sus gestores.
En definitiva, antes de hablar de reforma de la vieja teoría de Administración Pública habría que pensarse si queremos realmente vivir en una democracia material y no meramente formal. En Europa fuimos Estado social antes que regímenes democráticos, y después de la II guerra mundial pasamos a ser también democráticos con la configuración del welfare state. Queda claro que la corrupción suele tener su reproche penal, y el reparto del botín, lo tiene también jurídicamente pero sobre todo política y éticamente, pero muy aceptado sociológicamente que esté.

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