sábado, 12 de febrero de 2011

Productividad y Sector Público (y 6): Weber ¿profético o exagerado?


Weber, en 1919 en La política como profesión, diría algo que confieso que nunca me ha gustado reconocer como axioma. Ante las juventudes universitarias que habrían de recomponer una Alemania en caos diría (…) El que busca el bien de su alma y la salvación de las demás no realiza su búsqueda por el camino de la política que tiene problemas completamente distintos y que sólo pueden resolverse mediante el ejercicio del poder coercitivo. El genio o demonio de la política vive en perpetua tensión interna con el Dios del amor, incluso con el Dios cristiano en su expresión eclesiástica, y en cualquier momento esa tensión puede estallar en un conflicto insoportable. Esto ya lo sabían las personas incluso por la época del dominio de la Iglesia (…)
Reconozcamos como acertada la hipótesis de Weber de que la lucha política en muchas de sus facetas (de, desde, en, entre, con, contra…) hay que hacer agua en algunos principios. Añado como tesis empíricamente comprobada que el intento de moralizar la política desde posturas filosóficas o religiosas, tampoco ha sido un éxito o incluso la moral pública ha llegado a pervertir la privada.
Personalmente creo que quienes se ocupan de lo público no son ni ángeles ni demonios, como tampoco lo son quienes se ocupan de otros asuntos, e igualmente pienso que la democracia y sus instituciones tienen los mecanismos suficientes – con la necesaria adaptación constante – para que prevalezca el interés general. El problema es cuando no se hace uso de dichas instituciones y/o las mayorías absolutas convierten a las democracias en mejor formalismo.
Antes que Weber, en 1887 LORD ACTON, dirigió una carta al obispo Mandell Creighton en la que decía (...) No puedo aceptar su doctrina de que no debemos juzgar al Papa o al Rey como al resto de los hombres con la presunción favorable de que no hicieron ningún mal. Si hay alguna presunción es contra los ostentadores del poder, incrementándose a medida que lo hace el poder. La responsabilidad histórica tiene que completarse con la búsqueda de la responsabilidad legal. Todo poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. Los grandes hombres son casi siempre hombres malos, incluso cuando ejercen influencia y no autoridad: más aún cuando sancionas la tendencia o la certeza de la corrupción con la autoridad. (...)
Por lo tanto, retomando el hilo argumental, es mejor que desde diversos ojos se pueda decidir qué y cómo producir, para evitar que los genios se equivoquen en sus inquebrantables decisiones, que se justifican por sí solas en su origen, más que por sus efectos.
Ya hemos visto que lo de la productividad pública es terreno pantanoso. Algunos han preferido los grandes eventos, dictar leyes, formalizar convenios, otorgar subvenciones, favorecer a los suyos, crearse un crédito en favores, administrar la miseria - ahora que la mies es poca y muchos los llamados - o atender al pluralismo tratando de satisfacer el mayor número de demandas del ambiente… Yo que prefiero los efectos – por sus obras los conoceréis – me gustaría ahora una productividad que se dedicara a mantener los éxitos de estos años. Por mencionar algunos en los diferentes niveles administrativos y de indudable valor público apreciado por la colectividad objetiva mencionaríamos, además de los servicios esenciales y el aseguramiento de los derechos u libertades fundamentales, el tejido universitario, el jardín y parque fluvial del Turia, el parque natural del Saler y la albufera, la calderona, el AVE, el metro, la restauración del patrimonio histórico-artístico y cultural, los paradores nacionales y la integración europea con nuevo paradigma de convivencia política. Todo eso ha aportado un indudable valor público.

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